Campamentos de verano

Vaya forma de llegar el puñetero verano, asando de calor a todo el mundo. Odio esta epoca del año, como cualquier persona de bien. Sobre todo cuando mi vida estival dependia del capricho de mis padres, como si yo fuera una maleta mas del equipaje. Recuerdo que un año se abria ante mi un verano espléndido con un mes de julio lleno de libros interesantísimos... hasta que me entere de que me iba de campamento. Vale, tranquilidad, no puede ser que me vaya de campamento... Pero llegado el dia de salir ahí estaba yo con mi maleta a cuestas, en un autobús camino de un albergue en Sierra Espuña. Ahora sera habitual mandar a los crios a esos sitios pero yo lo unico que sabia era que me habian echado de mi casa. Mi hermana estaba en la gloria de vivir aquella aventura pero yo...

En fin al menos me plantee que sería cuestion de disfrutar mucho, respirar aire puro... Todas esas chorradas que se supone que hacen los crios en un campamento. Pero nada mas llegar algo dejo de funcionar como era debido. No me refiero al nivel de inteligencia de los monitores, que lo tenian a la altura del culo mas o menos (muy bonito en el caso de una monitora rubia elegida por aclamación popular como la mejor de todo el campamento... ¡panda de enanos salidos!). Tampoco me refiero a que las actividades fueran insulsas y todos prefiriéramos tirarnos de la azotea antes que realizarlas. Es que al llegar supimos que aquel albergue fue en un su dia un... ¡¡hospital de tuberculosos!! (Aquí una musiquita tipo “Tata-chaaaaan” vendría de maravilla para crear atmosfera). Asi que alli estaba yo... odiando aquel lugar desde antes de conocerlo y mas aun después, de pie ante un edificio de cemento gris con unas ventanas amenazantes que me decian “Te vaaaaas a enteraaaar cacho cabrooooooon”. Al menos los tres amigos mios que tambien participaron en el campamento tuvimos suerte y fuimos a caer en un dormitorio con 18 chicas... Pero bueno, esa es otra historia y posiblemente carezca de interes.

¡¡PAZ!!