domingo, agosto 28, 2005

CAP. I


No eres un paranoico si te persiguen. El día dejó de serlo haría apenas media hora, pero sin atardecer alguno, solo la noche tragándose toda la luz y dejándome en aquel callejón rodeado de tinieblas. Pasos, algo que se arrastra... odio estas esperas, me hago viejo para este tipo de cosas. Y de repente un portazo, ya está, no hay nadie aquí. Sí, podría asomarme y mirar, pero me encontraría cara a cara con la misma negra oscuridad que me envuelve ahora. Me arrastro poco a poco, busco amparo: varias cajas, un contenedor. No sé que comen ahí pero sus desperdicios huelen tan mal que me dan arcadas, y eso que yo he visto, olido y aun comido de todo. Cualquier cosa con tal de prosperar, recuerdo aquel día en un pozo cerca de Damasco. Me asomé al brocal y maldita la hora en que vine a ser tan curioso, al fondo un cadáver de oveja putrefacto, pero mi cuerpo pedía agua y tuve que dársela. Vomité las primeras veces, al final me lo tragué todo. Y aquí estaba, 20 años después, demasiado viejo para todo y sobre todo para esto. En fin, supongo que ya están arriba, aunque a veces dejan gente vigilando la puerta. Giro el pomo, imbécil, está cerrada: solo en las películas dejan abiertas las puertas de par en par, que gente más confiada. Pero no me cuesta trabajo abrir la puerta, y eso que un infarto hace cinco años me dejó algo insensibles las manos. Finalmente atino con el tema, giro el pomo y... de repente la noche se enciende, la frente me arde y siento como caigo a un pozo lleno de ovejas muertas.

El golpe ha sido fuerte, muy fuerte. Mido 1’89, peso algo mas de 100 kilos y me mantengo en forma, si alguien me ha tumbado de un solo golpe debe de ser alguno de cuidado. Pero cuando abro los ojos tengo sangre seca en los párpados, los abro con trabajo, estoy aturdido y escucho voces que vienen de una lejanía que en realidad es muy cercana. Me miran, se han callado, y sé que me están mirando e intento sonreírles, sí cabrones, como si me importara lo mas mínimo lo que estáis hablando. Saben que me tienen cogido por los huevos y es lo único que les importa. Tardo casi una hora en darme cuenta. Me han acostado en el suelo y tengo las manos atadas a una cañería, el sitio huele aun peor que los contenedores. Vaya mierda de cocina, tengo que recordar no pedir nada en este restaurante. La llaman comida de la nueva era, un termino en francés que no recuerdo pero que se pronuncia, como todo lo francés, “apiñonando” la boca y poniendo cara de memo. Y me siguen mirando, parece que esperan algo, a alguien. Mierda de anfitriones, en todas las películas de cine negro al bueno le ponen un cigarrillo mientras espera, pero ni yo soy el bueno ni esta gente debe ver cine negro. Los malos no ven cine negro, solo pelis de Walt Disney y por eso creen que los malos solo pueden ser malos y se ponen a pegarle tiros a todas las madres de Bamby que se cruzan en su camino. Y entonces, cuando mi mente empieza a descender por una pendiente demasiado abrupta hacia una locura embriagadora, se abre la puerta.

T. J. VANPELT

3 comentarios:

A las 9:32 a. m. , Anonymous Anónimo ha dicho...

...interesante... pero... ¿esto qué **** es?

 
A las 1:04 p. m. , Anonymous Anónimo ha dicho...

lo mismo digo...keremos una foto tuya de una vez jajaja...y menos cosas raras

 
A las 1:22 p. m. , Blogger Mr. Hyde ha dicho...

Jejejeje es ni más ni menos que lo que parece, un relato por entregas. Yo lo voy colgando y me vais diciendo que os parece :)

¡¡PAZ!!

 

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